¿Alguna vez se ha tomado la molestia de contar cuantas veces al día revisa sus redes sociales? Creo que para algunas personas, eso es necesario, aunque genere cierta frustración al final del día.
He escuchado a varias personas hablar que su primer acción al despertar es tomar el móvil y abrir el Facebook o WhatsApp para ver los mensajes. Mal consiguen desconectar al dormir, pues dejan el móvil debajo de la almohada. El dispositivo va al baño, a la mesa del comedor, al momento romántico…
De todos modos, después de las redes sociales, ya no hay más ese vacío de los ascensores o la absoluta concentración en la nada, pues la mayoría se permite huir para ver los últimos acontecimientos en la vida de los “amigos” o sus preciosos “me gusta”.
Un estudio de treinta y dos adolescentes de 13 a 18 años en el centro de Mapeo Cerebral de la Universidad de California en Los Ángeles – UCLA, mostró que los “me gusta” conquistados en sus publicaciones activan áreas visuales y sociales del cerebro muy sensibles. Los “me gusta” y los “comentarios” provocan placer semejante a comer el dulce favorito, ganar un premio o recibir una suma en dinero. O sea, hay una liberación de dopamina, y esto provoca un ciclo vicioso como de la droga: cuanto más se usa, más cantidad el cuerpo exige para satisfacerse. Esto explica la necesidad de que algunas personas tienen de compartir, actualizar el status y visualizar todo el tiempo sus publicaciones para ver lo que los demás dicen al respecto.
Para ello, exponen lo que están sintiendo, para donde están yendo, lo que están comiendo, lo que piensan sobre fulano o mengano etc. ¡Y así vale forjar la felicidad en el mundo virtual para aparecer más que otros, porque la adicción instalada imputa el siguiente pensamiento: si no soy vista, no me aceptarán y no me van a querer, luego, “no existo”!
Así que, el propósito que hace la mayoría entrar en el famoso “mundo azul” se perdió, pues se tornó una fuente de angustias, disputas y preocupaciones con lo que será publicado. Sin hablar del miedo y el stress de no ser aceptada o bien vista. Llega al punto de una amistad sufrir hostilidades y correr el riesgo de no subsistir si la amiga no pone un “me gusta” en la última foto o no comenta “!Que guapa!”.
Las redes sociales se han convertido en un éxito porque llenaron el vacío de la carencia, de las frustraciones y de la soledad. Su mayor promesa, que es sacar a las personas del aislamiento, en mi opinión no se cumple. Hay miles de personas que tienen 5000 amigos virtuales y viven en completa soledad. Desahogan sus angustias y tristezas en sus páginas y logran migajas de conmiseración, y aparte, hay un bando de curiosos sedientos de chismes.
Por último, al igual que usted, yo también tengo mis cuentas en las redes sociales. Me gusta cuando mis publicaciones promueven el pensamiento e inspiran algo bueno en las personas. Veo comentarios cariñosos y los “me gusta”, pero no apoyo mi valor sobre eso, y mucho menos cambiaré mis conceptos para ser popular.
Valoro, sobretodo, por mi buena conciencia. Más allá de eso, cuido para mantener mi salud mental y emocional, por esa razón, establezco limites con internet. Determiné que algunos momentos el celular no es bienvenido, jeje. Otra de mis reglas es dejar las notificaciones de redes sociales desactivadas. Con eso, no soy instigada a abrirlas en momentos inadecuados.
¿Que tal usted también establecer sus limites para preservarse?
¡Nos vemos la próxima semana!